Su uso alternativo se volvió efectivo en tratamientos de enfermedades crónicas, neurológicas y oncológicas. Se trata del aceite de cannabis, cuyo uso en el país está regulado solo para las farmacéuticas, a un costo muy elevado. Grupos, organizaciones y personas particulares defienden el uso artesanal y buscan la legalización del autocultivo, para simplemente tener una mejor calidad de vida.
Las dosis en gotas son del tamaño de un arroz: una por la mañana, una de siesta y una de noche. Esta es la rutina que se repite todos los días. Verónica Arami se trata con aceite de cannabis desde hace casi dos años. La sustancia medicinal es preparada con el amor más genuino que pueda existir, hecha por las propias manos de su madre.
Verónica es la tercera hija –de un total de cuatro– del matrimonio formado por Cynthia Farina y Daniel Verón. La niña, a los seis meses de edad, comenzó a presentar síntomas de epilepsia refractaria, con temblores prolongados en todo el cuerpo y riesgos de sufrir daños neurológicos. Tras luchas incesantes, idas y vueltas, largas internaciones en hospitales, la familia encontraría una luz al final del túnel. Mediante la marihuana, los padres de Vero hallaron el modo de lograr una mejor calidad de vida para su hija. Se trata de una planta todavía criminalizada en el sistema político del Paraguay, que a la vez comienza a tener adeptos en la sociedad civil, por ser considerada una importante alternativa a la medicina tradicional.
Mientras Cynthia nos habla al respecto, la pequeña pasea por la sala y a veces se acerca a su madre para llamar su atención. Sopla con entusiasmo y hace unas burbujas con su juguete rosado, que tiene forma de pez. Su madre la aprueba con gestos y algunas palabras, a los que ella responde con una sonrisa dulce y luego retorna a una habitación posterior, junto a su padre y sus hermanitos.
“Le pusieron una vacuna a los seis meses, que después le dio fiebre; desde entonces comenzaron las crisis”, inicia contando Cynthia. Si bien eso no causó la epilepsia refractaria de Vero, la detonó. Ella padecía crisis febriles que muchas veces los doctores minimizaban y no recetaban de manera pertinente. Entonces comenzaron las convulsiones, los temblores de casi una hora, los comas inducidos y las entradas a terapia intensiva. “Hasta hoy, ella entró 12 veces a terapia intensiva y tuvo más de 70 internaciones”, cuenta la madre, todavía consternada, mientras Vero se pone en frente, le deja un beso en la mejilla y se va. Un consuelo a recuerdos cargados de miedo, impotencia y llanto.
Fue así como Cynthia y Daniel comenzaron a buscar opciones de tratamientos y alternativas medicinales. Enfrentaron largas internaciones, en las cuales el frágil cuerpo de su hija siempre terminaba perforado y entubado, hasta alrededor de un mes, muchas veces. Hasta que un día, hace más de tres años, a Daniel le sugirieron probar como opción medicinal la marihuana. Ese puntapié también les puso en frente un testimonio real, la historia de Charlotte Figi, quien sufría 300 convulsiones epilépticas por semana, ataques que desaparecieron tras ser medicada por sus padres, con el cannabis. Esto se dio en Estados Unidos, y la niña tenía seis años cuando su caso salió en los medios en el 2014.
Después de eso, y además de algunas investigaciones que hicieron por su cuenta, tanto Cynthia como Daniel decidieron intentar lo mismo. Por esta razón, la oenegé internacional Mamá Cultiva llegó a Paraguay, de la mano de la madre de Verónica, quien actualmente está a cargo de la presidencia de dicha organización en el país. Mamá Cultiva nace en Chile, hace cinco años, y agrupa a madres de niños con epilepsia refractaria, cáncer y otras patologías que no han encontrado una mejoría en la medicina tradicional. Además, buscan promover leyes que permitan el cultivo individual y colectivo del cannabis, y que faciliten su uso de forma medicinal.
Fonte: capitanbado